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ALFONSO MARTÍN GONZÁLEZ

Entré en Montesano en 1968, en fábrica, como aprendiz, con catorce años, y después fui pasando por todas las partes de la fábrica. Durante ese tiempo aproveché para trabajar y estudiar, algo que la empresa siempre apoya cuando los trabajadores tienen interés en compaginar ambas actividades. Cuando pude entrar a desarrollar mis funciones en las oficinas, lo hice también  empezando desde abajo.

Aquí hay muchas personas que han seguido ese camino, entrar en fábrica y luego formarse para acceder a otros puestos, escalando hasta conseguir cargos de responsabilidad.

En la actualidad  en esta fábrica estamos 250 trabajadores, los cuales formamos parte de una empresa canaria puntera, con una calidad excelente en todos nuestros productos.

Se trata de una industria que se ha ido adaptando de manera progresiva a las nuevas tecnologías que existen en este sector y considero que se puede calificar de puntera a nivel europeo.

Se aprecia un gran cambio si miro aquella empresa que yo conocí cuando entré de aprendiz y la que hoy vemos. En aquel momento estábamos en una casa en la calle del Calvario número 3 en La Esperanza. Era en el año 1965, teníamos tres plantas donde se hacía de todo y contábamos con una plantilla de cinco personas. De allí mismo salía el reparto.

Cuando vinimos a las actuales instalaciones era toda una novedad trabajar en una industria, porque lo único que había entonces en la zona era la agricultura, la ganadería o salir al monte para recoger pinocha. En ese marco, entrar en Montesano era un privilegio.

Esta empresa contribuyó a mejorar la calidad de vida a la gente del entorno. Creo que en Canarias deberíamos aprender a valorar más a las empresas que generan valor añadido en nuestra tierra y que dan trabajo a la gente de la zona. Puede que alguien piense que los jamones Montesano, por ejemplo, ya vienen curados desde península. Sin embargo, no es así porque el proceso se desarrolla aquí con mano de obra local.