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SAMUEL PLACENCIA SANTOS

Empecé a trabajar en Cementos Teide muy joven, cuando tenía 22 años. Desde entonces se convirtió en la segunda casa donde llevo ya más de 20 años.

Cuando era pequeño mi padre tenía una empresa de construcción. Recuerdo esos años con cariño. Cuando mi padre venía a la cementera a cargar yo le acompañaba. Quién me iba a decir que acabaría trabajando en ese lugar que ocupa los recuerdos de mi infancia.

Sucedió por casualidad. Un día coincidí en un taxi con uno de los directivos de la cementera y estuvimos hablando sobre materiales y construcción, un mundo que me era muy familiar. Finalmente, cuando bajó del taxi, me invitó a una entrevista.

Cementos Teide ha cambiado mucho desde que aterricé en la empresa. Se ha invertido en tecnología, la calidad del cemento se mide de forma más precisa y hay mucha más seguridad en la planta.

Cuando empecé aquí no había teléfonos en las oficinas. Los comerciales salíamos a hacer las llamadas a los clientes dos veces al día en cabinas telefónicas. Hoy en día lo raro es encontrar una cabina de teléfono. Tampoco se utilizaba el e-mail, y el fax estaba a la orden del día.

Los procesos de la planta también han cambiado en estos años. Ahora fabricamos incluso más tipos de cemento, tenemos una mayor capacidad de producción y podemos adaptar el producto a las necesidades de los clientes. Además, invertimos para mejorar y optimizar los recursos de los que disponemos.

En estos años, trabajar en la planta me ha aportado experiencia en todos los aspectos. Es un trabajo donde aprendes cosas casi a diario. Lo mejor es que cada día es un reto, un aprendizaje continuo que me tiene siempre activo. Además, me ha aportado seguridad y tranquilidad. El ambiente entre los compañeros es bueno, hay mucha comunicación y cercanía entre todos. Las puertas están siempre abiertas.