VICENTE DÍAZ ARENCIBIA
Llevo 28 años en la empresa. Empecé como vendedor autónomo de Trinaranjus, que pertenecía a Embotelladora de Canarias, pero estaba en un almacén aparte. Luego me llamaron para trabajar aquí, en el propio almacén, y llevo toda la vida en él, ahora con la responsabilidad de capataz.
Mi padre también trabajó aquí. Él llevaba veinte años en la empresa cuando yo entré y coincidimos en torno a siete años. Yo trabajaba como su ayudante. Empezó cuando las instalaciones estaban en Santa Catalina, limpiando botellas y llenándolas, todo a mano. Recuerdo ver llegar a mi padre a casa a eso de las doce del mediodía, marcharse a la una o las dos, y ya no verlo más hasta el día siguiente. Cuando yo llegue también era más o menos así, había mucho trabajo.
En un principio mi ‘despacho’ estaba en un rincón, entre los pallets, en la sala de producción. Luego me habilitaron otro un poco mejor donde ahora se encuentran los vestuarios. Allí hacíamos inventario todos los días empezando a las cinco de la mañana.
En casi tres décadas he visto muchos cambios. Existían las botellas retornables; si un cliente nos pedía unidades sueltas, se las suministrábamos. Debíamos estar presentes cuando se cargaban los camiones porque previamente había que contar la mercancía para tener control de lo que salía a reparto.
Actualmente, cuando voy a las tiendas o al supermercado, no puedo evitar mirar nuestros productos, pensar si deben o no estar allí, si están bien ubicados, etc. Si nosotros no miramos por lo nuestro, nadie va a mirar. Por lo tanto, debemos procurar consumir productos canarios, porque son nuestra vida.
Esta empresa es parte de la historia de mi familia, como lo es también de muchas otras. Además de mi padre y yo, tres hermanos míos también han trabajado aquí. Hemos vivido, y vivimos, de esto y espero que siga siendo así en el futuro, si no es con mis hijos, con los hijos de mis compañeros.